jueves, 29 de noviembre de 2012

Una decisión



Una decisión

Noviembre se estaba acabando, hacía frío. Normal, pensaba Aitana, no entendía tanta queja por el frío. A ella le gustaba ese tiempo, sentir el aire helado en la cara, la lluvia cayendo, pasear bajo ella o disfrutarla a través de una ventana con un café calentando las manos.

Miró el reloj, las 7:40 y pensó: “Mierda, otra vez llego tarde” mientras esperaba que se abrieran las puertas del autobús, todavía le quedaban cinco minutos andando, salió corriendo en cuanto se abrieron y enfiló calle arriba, mientras se decía: “Esto se está convirtiendo en una mala costumbre, menos mal que hemos quedado en un bar”

Llegó a la puerta, se paró, cogió aire y entró con una sonrisa, allí estaban Eva, María y Alba. Se acercó despacio mientras oía sus risas. Seguramente María estaría contando uno de esos cotilleos de su oficina que tanta gracia les hacía.

- Hola chicas, siento llegar tarde. ¿Qué me he perdido?

- ¡Hola!  – respondieron las tres.

Dio un par de besos a cada una, se sentó y compartió las risas y los comentarios, pero su mente estaba en otro lado, en otro momento, dando vueltas a esa idea que no desaparecía nunca. Esa idea que se había instalado de manera permanente y que la mantenía en un estado de tristeza, oculta ante los demás y que no compartía con nadie.


La noche se fue dibujando tras las ventanas de la cafetería, la conversación fue fluyendo, saltando de un tema a otro. Las horas pasaban rápido, siempre ocurría igual en esas tardes compartidas. Llegó la hora de despedirse con la promesa que se repetían una y otra vez y que raramente cumplían: “Esto lo tenemos que hacer todas las semanas, no puede ser que nos veamos una vez al mes como mucho.”